Antonio José Ponte
(Cuba, 1964)

 

CANCIÓN

 

Pasé un verano entero escuchando ese disco.
Para que la emoción no se le fuera
lo escuchaba una vez cada día.
Si me quedaba hambriento salía a caminar.

 

A su manera la luz cantaba esa canción,
la cantó el mar, la dijo
un pájaro.
Lo pensé en un momento:
todo me está pasando para que me enamore.

 

Luego se fue el verano.
El pájaro
más seco que la rama
no volvió a abrir el pico.

 

APARICIÓN

 

En Regla,
en el embarcadero,
de lancha a lancha nos miramos.

 

Había sido antes una risa sin rostro.
Detrás de la pared
su risa abría un bosque,
un abanico verde subitáneo.

 

Había sido una voz
en un cruce de teléfonos.

 

Risa figura voz, para que apareciera
una ráfaga abría dos espaldas.
Emergía de alguien conocido
como en una fotografía sobrepuesta.
Del sueño y la neblina,
del agua en la cubeta revelando sus rasgos,
de una lluvia que afina la memoria.
Era de esas esquinas esos instantes
en que dos guaguas cruzan para que algo se pierda.
Unas nubes se apartan, un muro resplandece.
Parpadeo del Mundo significa su nombre.
Es pájaros, es flores, capitales,
muertas personas de películas.
Exhalación de alguna bocacalle,
bicicleta, muchacha o muchacho.

 

COLINA DE SAN MATÍAS, CAMINO DE MATANZAS

 

No es la pareja de amantes lo que primero llama la atención,
es la colina al fondo.
Surge como una isla,
como una gente sola entre la gente.
Encima crece un árbol, un muro se derrumba
y está el cielo.

 

¿Acaso no tiene misterio el acercarse de esas dos figuras
sin saber descansar una cabeza en otra?
Son los insomnes, ellos no encuentran calma.
Un mismo hálito amargo los abraza,
una raíz habrá que los enrosque.

 

Conozco la colina,
he estado a punto de subir y descubrirla
camino de un repetido viaje.

 

LA BOTELLA DE LECHE DEJADA A LA PUERTA

 

Del cielo del amanecer gotea sangre.
Una gota en la leche
-la botella de leche dejada a la puerta-
se convierte en un árbol.

 

La luz pone lo mismo en la botella
que los amantes ponen en su abrazo:
un árbol de futuro en el llano de leche,
una perla de leche en la apuesta de sangres.

 

LA SILLA EN ESCAPADA

 

En la silla dejamos nuestras ropas
y la silla escapó.
La doncella de hilo y el herrero sin cuerpo escapaban.
El techo estalló en nubes,
las paredes se hicieron fugitivos rebaños cardinales:
humo en el norte, nieve del este, ceniza al sur,
negrura hacia el ocaso.

 

Buscamos nuestras ropas -la doncella, el herrero-
en los bosques metálicos donde los grillos lijan.

 

Un animal con voz los había visto:
él celebraba su pelo inexistente,
ella en respuesta besaba sus tatuajes.
Volvieron las paredes,
se posó el techo,
regresaba la silla,
nada de los amantes.
Fueron tela huidiza que el río se lleva,
fueron manga en el aire.

 

SEIS MINUTOS DE CONVERSACIÓN CON EL EXTRANJERO

 

Entonces tú y yo que nos queremos,
que no comemos ciertas cosas
sin que el otro aparezca,
sin que nos acordemos de una tarde
en un paisaje montañoso
y un tren en que volvimos hablando de comidas
cuando lo que buscaban nuestras lenguas
era hundirse juntas,
hemos vuelto a las preguntas amables de transeúntes conocidos.
Descarnamos hasta ser estas voces
que preguntan del clima.

 

Mira lo que ha podido hacer en el teléfono la lejanía:
apurarnos a un tiempo cortés indiferente
en que éramos transeúntes conocidos.

 

CONSTRUIR UNA OUIJA

 

Hicimos una ouija, una balsa
que nos llevara a la isla de los muertos.
Poner los dedos en su corazón,
abandonarnos a un deletrear que busca hacer palabras.
Las rodillas difíciles chocando frente a frente,
volando el corazón
como vuela una alfombra o un caballo.

 

Hacia un lugar donde todo es destino.

 

Tú dijiste:
Conversar con los muertos
cansa más que subir escaleras.

 

EN EL ANTIGUO BARRIO DE LAS PUTAS

 

Deben de estar secando sus cabellos al sol
las putas de antes que continúen vivas.
Alrededor del cuello una toalla húmeda,
algunos pétalos en el cubo de agua,
sus cabezas de reina vencida mirando un gorrión.
El gorrión busca semillas de arroz regadas en el suelo.
Qué capricho de pájaro no tendrá la memoria
que salva un grano y una noche y un hombre
de tantos hombres y noches como fueron.
Con amarillas uñas de ave las mujeres
abren mechones para que el sol llegue hasta el cráneo.
Las putas de antes qué tristeza cómo preparan a esta hora
su arroz, su huevo frito, su plátano maduro en la manteca.
En el antiguo barrio de las putas sobrecoge el cansancio.
Lo que procuran despertar tantos libros, tantos retratos de familia,
algo nombrable con espesor, hondura, y que la vida humana tiene
se encuentra aquí.
Cansancio de ver fotos de cabezas agrupadas:
celebraciones, ritos, condenas, multitudes, vagones atestados.
En el barrio de los gestos repetidos el aire lleva tantas capas
como un pastel de hojaldre.
Las superposiciones, el hacinamiento
de una generación sobre las anteriores,
el humus de los hombres, se siente como un peso.
Puede hablarse como en ningún otro lugar de lo hondo del pasado.

 

(De Asiento En Las Ruinas).

 

JUGUETES PURITANOS

 

Llevaban una tienda y descreían
de todo lo vendible.
La forma de los huevos
les parecía superflua.

 

Para sus hijos habían descubierto
el cero de la diversión,
¿y qué iba a sacar yo de aquellos trastos
si soy del gremio de los teñidores?

 

Ya no más asomarme
bajo el disfraz de quien les compra algo.
De corazones tan prudentes no salen buenas tonterías,
pensé como farsante,
como uno más de los que tiñen hojas en el gremio.

 

El horizonte era de nieve en el cristal
y por el horizonte corrió un lobo.
Mancha en lo blanco,
tinta escribiendo línea de fuga,
bestia de tantas páginas leídas
y piel que ningún frío atravesaba,
¿cómo iba a no encontrar contento en él,
si soy del gremio de los teñidores?

 

(Inédito).

 

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