Genaro Villalaz
(Panamá, 1967)

 

BAILE DE MÁSCARAS

 

1

 

Un día
nada parece lo mismo,
la lluvia golpea los barandales
a quemarropa,
finge la congoja con equívocos,
como puñados de tierra
silenciados en dudas.

 

Penetra la certeza
evocando la visión de los altares caídos,
huérfana de exactitudes,
atrapadas
en el sitio de la voluntad desprendida,
en la mancha de sol
salpicada por el tiempo,
en el espejismo del barro
rasgado por la luz del día.

 

2

 

La realidad gobierna los instintos,
como oráculos
embestidos de impaciencia.

 

Sumerge lo improbable
como gesto anunciado
en el lecho
de los dioses hibernales.

 

Descose los escondrijos,
en la humedad
como aliento en la arena.

 

Estira las palabras,
descubiertas como fuego y ceniza.

 

Asume la angostura
de los pliegues del papel,
amontonando gritos
repetidos en la historia como fastidio
ahogado en el tacto.

 

3

 

Con el olor desgarrado
de nuevos días,
con los gritos de la infancia
acaparados de ira;
con la rutina
rodeándose de excusas
retorcidas
como promesas incumplidas.

 

Con los jardines ocultos
en tu vientre
nutrido de gemidos,
con la ironía cubierta de dudas
como abanico de papel,
aprendimos a olvidar
lo nunca acabado,
lo retorcido a tientas,
el vértigo de lo gratuito.

 

4

 

Los patios amamantados de infancia
danzan como gritos
llenándose de tendederos,
como atardeceres
escondidos en los garabatos
de la calle,
como presagios finales
gastados por el tiempo.

 

Los patios recorren los desafíos
como negaciones,
mudando los adentros
como piedras talladas de bruces,
con lo escrito
malversando las horas,
con lo negado
conjurado en lo incierto,
con el abandono como toda la amargura posible.

 

5

 

No se puede enfrentar sabiamente los rencores,
transformar en olvido
todas las penas,
como si las palabras
callaran iluminadas de ironía.

 

No se puede callar a las multitudes
como si los prejuicios
desataran la espera divina,
sin importar
los exilios convertidos
en editoriales descalzas,
en verdades esculpidas en la espuma
como gozo imperturbable
aprendido en el vergel del letargo,
en lo que bastó para reunirnos
como quien incuba el desespero.

 

6

 

No pudimos    siquiera
callar la desvergüenza,
las manías endurecidas
como cerrojos de vida,
quebrándose
en soplos envejecidos
por el resto de lo cotidiano,
ávido de vigilias.

 

7

 

Así,
lo cotidiano despierta del asombro
para estallar
en lamentos de carne y hueso,
como letanías pesarosas
que hieren la inocencia,
como pretextos cómplices
y moradas propensas
a lo absurdo.

 

Lo cotidiano inunda de ocasos
la grieta del tiempo.

 

8

No lo pienses.
El ahora mismo
permanece con su rostro perdido
y anuncia el retorno
de labios partidos
como plegarias,
sin la mínima ofrenda de luz
nublada de miedo,
en un anillo de piedras como tumbas,
en el paso de las cosas
y no en otros gestos
incapaces como la ausencia.

 

9

 

No lo pienses.
Los gestos testimonian el nunca más,
apartando los gemidos
confundidos
en el eco de las aguas.

 

10

 

El presagio 
como sepulcro sin despojos,  
apuñala la pesadumbre
como único recurso.

 

Con la vocación profunda
triturada de escamas
embalsadas en la cúspide,
lanzándonos al goce reverencial
de relicarios esculpidos en la carne.

 

Al final,
el rastro de los cielos
como parte de lo ocurrido.             

          

11

 

Un trazo de oropéndolas
abarcándolo todo,
con la plenitud
surcada de muros taciturnos;
la agonía de los sentidos
duplicada en la quejumbre,
el fruto de la tarde
entrelazado en latidos,
la hora cenital
en la última de las embestidas, 
compartidas con el ámbar
humedecido en la memoria. 

 

Cada posible explicación,
el intento y lo humano.

 

12

 

La inocencia aguarda
en los escarabajos del insomnio.
Fecunda las imágenes
en el pedernal de la noche,
con vestiduras rasgadas 
y cuerpos sudorosos,
como sollozos
en sortilegios en la arena;
en el nuevo inicio
como obituario mancillado.

 

En la incertidumbre
de unos dedos fatigados
por laberintos carnales,
en la humedad donde se pierde lo imprevisto,
en el secreto repetido como lo posible.    

                                

13

 

Hube de inventar los inviernos
con el olvido
ajustado a tu pecho,
cabalgando como fantasma
sin edad
ni secretos,
retornando
en desvelos 
con las manos vacías;
en el único de los caminos
como marasmo
ajustado en lo inconcluso,
en el baile de máscaras
con su rostro inmaculado,
en la pubertad astillada como la ceniza.

 

14

 

Hube de encontrar la angostura de la nada
precipitándose en el fango,
en gemidos irrepetibles
como templos de fuego
callando el lenguaje desconocido,
la voluntad bajorrelieve,
el último dolor achatado
de furia renegada
en todos los puntos cardinales del cuerpo.

                         
(De En los agujeros del tiempo

 

y otros tiempos).

 

Siguiente autor >>


©Derechos Reservados - Literatura Latinoamericana mayorbooks@camaleon.com
Diseñado por Camaleón