José Mármol
(República Dominicana, 1960)

 

DEUS EX MACHINA

 

Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno    y es invierno.  Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y el agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas.  Ellos narran en su tremendo idioma, las celebraciones, la obediencia, y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana.  No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia.  Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable.  Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados de la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo.  Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano.

 

RETRATO DE MUJER

 

En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.

 

ESTACIÓN DE INVIERNO

 

Nieva dentro de mí, debajo de la carne y en la pared urgente de la soledad. Afuera, sin embargo, es día claro y nieva. Yonkers es un tráfago de torpe lodo gris, de techos amarrados a un silencio indescifrable. He tomado con sigilo mi tren hacia el eterno, sin que vagón alguno respire olor humano. Minutos después, un grupo de jóvenes árabes me cerca; hablan en su lengua gutural y baldía, surcada de polvo, torbellinos y sables, pero el cántico infeliz de los rieles me ha salvado. Era tarde. Arreciaba el milagro de sobrevivir a las facas del odio y la opulencia. Oré a la niebla y al bosque de la noche: en ellos se aposenta el dominio sagrado. Ya no temo a nada en el vajido de las rocas; hoy me reconozco viajero de la muerte. Acrece la cellisca y la humedad lo es todo. Nieva todavía en el cauce de mis huesos. Afuera, sin embargo, el hielo ha disipado su imponencia letal y los niños redimen urgentes esperanzas. Nieva por los bordes de mi meditación. Hace calor aquí; el trópico me alienta con tan sólo evocarlo, y las manos desnudas de una mujer me cubren. Afuera, sin embargo, es noche honda y muerte, y mi estación no existe, y el tren no se detiene en su viaje al invierno.

 

IDIOMA DE LOS DIOSES

 

De ti, como de un río, adoro cuanto fluye. Volando y danzando como los dioses hablan. Amo tu rápida presencia, la única manera de pasar, transfigurando en vuelo la quietud y la espera. Idioma poderoso del mineral y el árbol. Néctar salobre de las venas abiertas y miembros destajados en torno a la deidad. Palabras innúmeras con las que atemorizo y a la vez encanto las huestes de la noche y escuderos del día. Voces muy alzadas en sus puntas de roble, con las que canta el mago, gobierna el azar y predomina un orden geométrico de hielo. Grande la ocasión en que algo se consume, y con su muerte alumbra y destapa lo esperado. Ahora canto y bailo y salpico de luz las brechas de la sombra entre las llamas. Volando y danzando, como los dioses hablan. Del aire me sostengo, el universo en mí se apoya, gira espeso.  Mi verso ha domado al vellocino de oro y ya diezmó mi brazo a los jinetes bravos, a cuyos restos doy mi canción y mi otra espada. Grande la ocasión en que todos danzamos, como dioses mirando la miseria del reino.  Palabras que brindaron alma y cuerpo a las ciudades.  Soberano idioma, lenguaje de las piedras, del laurel, del río adormecido en sus meandros; alfabeto de grutas intocadas, de lagos suspendidos y pájaros mudos henchidos de placer. De ti, como de un río, adoro cuanto es y ya no es y se transforma y pasa y queda suspendido. Oh idioma venturoso de los labios y las manos, de las praderas altas, los barcos diminutos, la cruz centuplicada en un mismo sendero. Oh danza de las danzas, con que los dioses cantan y bailan y nos llaman.

 

ARTE POÉTICA

 

Oh llamado demoníaco del surtidor poético, no me abandones a la miseria yerma de la claridad.  Apártame por siempre de lo fácil, lo tangible.  En la oscuridad prolifera el asombro.  Húndeme al tórrido gris de un mar llovido.  Deja que me pierda en su armonía de furias.  Dame otra vez de la locura el sueño y de la clarividencia el más ancho desvarío.  Mantenme colgado de lo inimaginable.  Apóyame del aire, así caigo en lo eterno.  Clávame al madero de un verso apetecido, de una voluptuosa imagen de otra edad.  Átame al dilema de cantar o pensar.  Elévame, elévame, elévame y no me sueltes nunca al rumor de lo que es. Desanda con mi lengua los espacios invisibles. Di con mis palabras cuanto habrá de aparecer.  Diseca con un verso la belleza del instante.  Haz reír un ángel y que Dios me cele. Oh bestial, cortante llamado del tormento poético. Haz de la sospecha pasión de mi escritura; que converjan en mi verbo los idiomas y las pieles, y en las vibraciones espantosas de mi sangre todos los candores de  la inocuidad.  Haz de mi existencia un estallido, un soplo de vocales, una idea fragante, un ya nunca jamás. Oh monstruoso llamado del surtidor poético.  Haz de cada sílaba un lenguaje nuevo y con árboles y piedras un mundo a tu deseo. Haz del no sido el es y del devenir un retornar sin freno. Condéname a todo, oh torrente mágico de la poesía, menos al viciado misterio de lo exacto.  Haz que mis canciones sobrevuelen la breve infinitud del universo. Oh demoníaco, oh bestial, oh fecundo y verbal llamado del poema.

 

POEMA SIN FIN

 

Un caballo azorado.  Una trémula rosa.  Un sexo madrugado y florecido en otro sexo. Un chasquido de luces de alquitrán.  Un color deslizado por sábanas de ardor.  Una gota informe de ilusión perdida. Una lágrima homérica en bachata cantada. Una taza de sol desbordando agonías. Una casa infinita con magia cartesiana. Una mónada ebria y un pharmacon felpudo.  Un aguacero espeso dando a luz cosas dormidas.  Tierras que son beso de infortunio con azar. Una mancha fauvista. Un collage de Darío. Una voz soñada por Dios como testigo.  Una idea que respira.  Un sapo que me habita el corazón fundido. Un orate improvisando teoremas en la esquina. Un buque arrimado a otro puerto entristecido. Una huella de polvo fijada en mi niñez.  Un no sé.  Un tal vez como simulación del tedio y de la ira. Una línea de Klee.  Una vocal que gira hacia lo profundo. Un palacio de muerto. Un juguete ya roto, abandonado, mudo.  Una jauría que parte infinita hacia la luz.  Una cayena rota en el sendero. Un arrecife alto para saltar al sueño.  Un sofocante aire de rutina.  Un bolero que habla de coraje y perfidia. Una vista de luna con el centro podrido.  Una piña colada en un garito colonial. Una joven hermosa con sus tetas al viento.  Un rocío apagando la sed de tu maizal.  Un diálogo con nadie para durar más hondo.  Una carne aterida.  Un recuerdo de Vlía, Nadja y Altazor.  Otra vez un caballo azorado con alas.  Una trémula rosa.  Un sexo que madruga y se apoya en otro sexo.  Una medusa enorme en la pelvis.  Un par de begonias de un altar.  Un color deslizado, un vacío, un ardor...

 

ESQUICIO DEL VUELO

 

Voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.

 

POEMA 24 AL OZAMA: ACUARELA

 

Superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombra ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el ozamaque fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el ozamaque sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el ozamarefugio del miedo de la noche y de toda la pobreza de unos   hombres. largo testimonio de secretas temporadas de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el ozamaempieza a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados. sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo. toda mi memoria contenidos por el río que corre en el ozama.todo mi ser desgonzado y transido. superficie de luces diluidas por donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombre ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal.

 

AL NOMBRE DE ALGUNA MUJER

 

Tu cuerpo es un deseo de ti por todas partes. tu cuerpo es un imán tensando mis rodillas. eternidad de un día desde la que borracho de urgencias me disuelvo. fugacidad con brazos para estrecharme a un fuego. tu cuerpo es una flor brotando de un espejo. un temor con esperma recogido en el vientre. la pelvis una playa que agrupa un mar de besos. tu cuerpo es un recuerdo que no tiene pasado. permanencia del agua en racimos de unas horas. tu cuerpo es la noche con su nada redonda. el sonido. el metal. la soledad. la campana que hincha la neblina sobre las viejas piedras de la catedral. tu cuerpo es un deseo de ti por todo el tiempo. escasos los dedos. tremendos los ojos y unas ingles llanas de las que crecen nubes. tu cuerpo no amanece. tu cuerpo inventa alas. azul en lo azul. desde lo blanco blanco. voz en la voz y por el viento soplo. tu cuerpo es un deseo de ti por todo sitio. tu cuerpo es una danza de ti si el piano flota. tu cuerpo es un reclamo de amor en cada gesto. tu cuerpo es un deseo de ti por  todas partes.

 

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