Juan Carlos Galeano
(Colombia, 1958)

 

NUBES

 

Mi padre se vino a vivir al Amazonas para enseñarles a los indios
a armar rompecabezas con las nubes.

 

Para ayudarle,  todas las tardes mi hermano y yo
corremos tras las nubes desocupadas que pasan allá arriba.

 

Las nubes aparecen y desaparecen como si fueran pensamientos.

 

Cerca de nuestra casa muchos indios hacen cola
para armar rompecabezas con las nubes que les son más familiares.

 

Aquí unas nubes se parecen a los árboles,  y otras les recuerdan los pirarucús.

 

Por allá los indios buscan una nube para completarle la cabeza a un armadillo.

 

"Con el agua de los ríos y los juegos de ciudad",  les escribe mi padre
a sus amigos, "nuestros indios se divierten y aprenden a pensar".

 

A mi hermano y a mí nos gustaría mejor que las nubes se volvieran merengues
para comérnoslas con leche a la hora de la cena.

 

COMETAS

 

                                   a Iván Oñate

 

Por falta de papel para hacer las cometas, echábamos a volar nuestras ventanas.

 

Las ventanas con sus delantales blancos nos decían lo que miraban.

 

Pero los indios que veían volar nuestras ventanas
no tenían ni casa ni ventanas para echar a volar siquiera una cometa.

 

Era natural que los indios quisieran hacer volar alguna cosa.

 

A cambio de pescado podrido, los gallinazos que volaban en círculos
se dejaban amarrar un hilo al cuello y les servían de cometas a los indios.

 

JUEGO

 

a Valliere y George Auzenne


Los hermanos montaña y mar usan el río que los une como un lazo para jugar.

 

Un día al mar le da por jalar a la montaña y ella
se voltea con su calderada de volcanes sobre las tierras, las casas y la gente.

 

Cuando el mar menos lo espera, la montaña tira del río
y el mar ahoga cientos de animales y a los pescadores que viven en la orilla.

 

"Lo peor de todo es que el río más grande se presta para jugar", dice una vieja.

 

La gente le ruega al universo y a las estrellas que les enseñen
a ese par de malcriados a tener buenos modales.

 

El universo y las estrellas dicen que no quieren meterse en problemas de familia.

 

LETICIA

 

El sol y las nubes juegan cartas para ver quién se queda con el mediodía.

 

Las nubes ganadoras dejan caer peces y delfines en las calles de Leticia.
(Si pierden, bajan con sus gafas oscuras a tomar el sol con los turistas).

 

Los peces trabajan de taxistas y al anochecer suben a dormir en las estrellas.

 

En los patios de las casas los delfines tocan sus guitarras y enamoran a las muchachas.

 

El corazón ardiente de una nube dice que no puede competir más con el sol.
Se emborracha y se tira con sus ropas al río.

 

El sol trabaja todas las noches como tragacandelas del circo que viaja por el río
y después se baña con los delfines y las muchachas.

 

GARZAS

 

                        a Margarito Cuéllar

 

Los pescadores que escaman y abren las barrigas
de sus peces les encuentran un río.

 

En el río brilla una playa donde juegan fútbol unos muchachos,

 

y a la playa llegan unas garzas a quitarse sus plumas y a bañarse.

 

Los pescadores les hacen guiños a los muchachos
para que se bañen con las garzas.

 

Pero los muchachos prefieren esconderles las ropas a las garzas.

 

Entonces los que les abren las barrigas a los peces
se ríen tanto que se ahogan de la risa.

 

Las garzas se ponen las escamas de los peces y se tiran al río.

 

CASAS

 

Un día la gente de Leticia se despierta sin sus casas y tiene que ir a buscarlas.

 

"Hacía tanto calor que salimos a darnos una vuelta", le dicen las casas,
mientras sus cuartos entran y salen corriendo por los campos.

 

La gente las entiende en esto de sacar a sus hijos a jugar al aire libre.

 

Pero algunas casas también tienen su juego,  y la gente las admira de verlas cómo
corren con sus antenas de TV dándoles garrotazos a las nubes.

 

"Por las tardes,  para refrescarnos",  jugamos a ver quién tumba más  nubes.

 

De pronto,  por ir corriendo tras las nubes, una de las casas casi atropella a su dueño.

 

Entonces la gente les dice a las casas que ya está bien de su juego,
que recojan a sus cuartos y se regresen para el pueblo.

 

"Aquí la estamos pasando bien,  la estamos pasando bien", le contestan las casas,
mientras sus cuartos entran y salen jugando al escondite.

 

BORRADOR


El hombre que necesita espacio en su mente para cosas de importancia,
todas las noches se pasa un borrador gigante por la frente.

 

Borra muchos pensamientos de su tierra, y cada día se despierta
con menos kilómetros cuadrados de recuerdos.

 

Sus padres le dicen que borre con cuidado. Que no se le vaya la mano
y un día termine borrándolos a ellos.

 

El hombre les asegura que ya tiene mucha práctica, que él sólo borra
las tierras y las cosas que no son importantes.

 

Les dice que sabe quitarles las hojas a los árboles y dejar intactas las casas y la gente.

 

"UNA CANOA VUELA POR ENCIMA DEL PUERTO..."

 

a James Kimbrell

 

Una canoa vuela por encima del Puerto y la calle principal, pero no se detiene.   

 

Le ponemos sus canciones favoritas; con regalos, la invitamos a que baje.

 

Desde sus pueblitos en el cielo, los planetas y estrellas más bonitas le hacen guiños.

 

Ojalá que la canoa venga al pueblo a visitarnos; ojalá que ella quisiera llevarnos a otro río,
a otros pueblos, a otra parte...

 

(En los ríos de nuestro cuerpo, los deseos entran y salen de un puerto inseguro llamado corazón).

 

Pero la canoa hace espuma con los remos en las nubes y no se mueve de su sitio.

 

¿Qué le pasa a la canoa que no viene a nuestro pueblo? que no escucha ni siquiera
sus canciones? ¿Qué sucede que no quiere remar a las estrellas?

 

Quizás en otro río, en otro pueblo; quizás en otra vida, en otra parte...

 

MÚSICA

 

En la selva se oye la música de la barca subiendo por el río.

 

A una orquídea le da por gritar de placer.

 

Muchos árboles están furiosos. No duermen bien sus hojas,
sacuden con rabia las raíces y le gritan a la barca de la música.

 

A mi madre la Anaconda no le importa.

 

Ella vive muy ocupada dándole vueltas a la tierra,
cargando en su barriga los árboles, los animales y la gente.

 

MESA

 

                                 a Luiz Moro

 

Muchas veces la mesa sueña con haber sido un animal.

 

Pero si hubiera sido un animal no sería una mesa.

 

Si hubiera sido un animal se habría echado a correr como los demás
cuando llegaron las motosierras a llevarse los árboles que iban a ser mesas.

 

En la casa una mujer viene todas las noches
y le pasa un trapo tibio por el lomo como si fuera un animal.

 

Con sus cuatro patas la mesa podría irse de la casa.
Pero piensa en las sillas que la rodean y un animal no abandonaría a sus hijos.

 

Lo que más le gusta a la mesa es que la mujer le haga cosquillas
mientras recoge las migajas de pan que dejan los niños.

 

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