Ricardo Yáñez
(México, 1948)

 

EL PINGÜINO

 

El pingüino no es carne, pescado ni volátil,
no pertenece al carnaval ni a la Cuaresma.
Animal el menos atractivo, el más ambiguo,
chapotea en los tres elementos y posee
algún rudimentario derecho a todos ellos, pero
no se encuentra a gusto en ninguno:
en tierra renquea,
en el agua avanza cinglando
y en el aire
aletea y se desploma.

 

Como avergonzada de su fracaso,
la naturaleza lo oculta
en los confines del mundo.

 

Sobre una versión de Herman Melvilla

 

Alegre  como un río en medio de la lluvia,
como un zapato viejo pero muy, muy bailado,
como una silla roja o un tapete
recién sacado del telar;
alegre como un árbol genealógico en el que todos cantan,
como un charco saliendo al nuevo día,
como un temblor de hojas entre pájaros
o una espuma pisada por unos pies chiquitos;
alegre como el fondo de una botella verde,
como el gato que sueña con una mercería,
como un mueble ocupado por tu cuerpo desnudo;
alegre como un martes que se supo semana,
como un pan cuyo olor abre de par en par las ventanas del mundo,
como un violín delgado diciendo tu cintura.

 

(De Dejar de ser).

 

DIOS

 

Sumamente
azul
me tiendo en el suelo
como una toalla
azul
al centro hay una
lagartija
de cristal
que no me encuentra

 

EL OFICINISTA

 

Helo allí, acostumbrándose a diario a no morir,
a ir tachando pájaros, a aceptar la neblina como aire,
el amor como piedra en el bolsillo, la paz
como tener con qué comer y masticar el sándwich del domingo.
En el globo del elevador, cuando va solo, se permite soñar prudentemente
en unas rosas blancas cada vez menos blancas.
Intuye que está vivo, algo se dice,
quizá las nubes cuando nubes hay al cruzar el parque;
quizá también la foto del acribillado en el periódico.
Pero la estrella negra que preside su escenario
de la corbata a la valenciana ha pasado su chisguete de tinta
y ya le vemos enterarse de que es tarde
de que siempre ha sido tarde para todo.

 

(De Ni lo que digo)

 

EL VIOLINISTA

 

a Porfirio Sosa

 

He aquí que el violinista está sentado
en una rama de mi hablar y dice que los pájaros le entienden
y en su mirada pone
un no poner mirada sino música. Acaso sabe de la nieve
el aire que respira
y acaso sabe del amor
más que el ciego Tiresias. Anda la luz buscándole
el modo a su violín y el violín deja
que le digan las sombras lo que sabe decir.

 

Olvido de sí mismo, aprendimiento del olvido
se llama esto aquí y ahora
que me acuerdo
quién me iba a decir que el aire es sueño
de un diamante en cuyo fuego busca el violinista
no saber sino el sueño del diamante?

 

Ha venido del río esta madera,
ha venido del cielo esta raíz
que bebe mi voz su atento predecirse,
ha venido del tiempo este encontrar el tiempo de decirse.

 

Y el violinista ignora que lo miro, más no ignora
que alguien está escuchando su perderse
en el ir encontrando el hilo de la vida.

 

(De Si la llama).

 

CUATRO SONETOS

 

Si la música ciega, deja ver
que hay que poner a tiempo el corazón
para hacer de soneto la canción
y el modo en que se pueda comprender,

 

si no entender, que la palabra ser
es sílaba más digna de atención
de lo que hasta ahora, y que su son
bien pulsado se debe merecer.

 

Al nombrar lo que nombra se desnuda
de sí lo que materia un algo ruda
retórica llamamos y sutil

 

destila su licor delicias mil
–llora la voz amarga, sangra y suda–
y el alma al fin retorna a su cubil.

 

*
La fuente de la voz no es una voz,
es menos que una voz y muchas voces.
La fuente de la voz… Si la conoces.
No quieras eludirla con tu tos.

 

Cof, cof, qué carraspera. No anda en pos
esa fuente de ti, se ve, se siente
–en la foto, en el flash, entre la gente
y este instante del clic que hola y adiós

 

pasa a saberse tiempo ya decrépito.
La fuente de la voz no es este estrépito
de exitosos señores y señoras

 

hablando en lenguas a cual más canoras.
La fuente de la voz, la que procuras
sin casi darte cuenta, sólo a oscuras.

 

*
Mírale, está cansado de vivirse,
de vivir una vida que no vive
y que entre menos vive más exhibe;
mírale la mirada, quiere irse,

 

irse… Mas no se irá, le importa Circe.
Y cuando implora ayuda, ¿qué recibe?
Por eso a veces ando a libe y libe
la copa del dolor, suele decirse.

 

La nave se va a pique y él no para.
Resuene este tap tap en la cubierta,
se dice, que el naufragio me despierta

 

a posibilidades que depara
el Hado solamente a semidioses.
Ya sólo mil burbujas son sus voces.

 

*
Hay cosas que uno ignora por completo,
yo de aparatos casi no sé nada,
y de pelear, me lleva la chingada,
nunca aprendí a pelear, hablando neto.

 

No sé idiomas. Latín, griego… Si escueto
es mi español, no inventes. Cosa dada
es la lengua materna, y aprobada
materia que estructura este soneto.

 

Mas de ahi en más… La rima no me sale
tan mal. Si nada opima va su savia
corriendo por las venas, pues me vale.

 

“‘Hay cosas que uno ignora’, frase sabia”,
dice un comentarista deportivo
de palabras, y acabo este motivo.

 

(De Los sonetos del vado, inédito).

 

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